La culpa la tuvo el
movimiento sísmico. Ocurrió en Costa Rica. Luis Alfonso estaba sentado delante
de la computadora escribiendo una novela de terror y oyendo el programa
radiofónico del mítico Carlos Herrera. De repente se movió el suelo, las
paredes, la computadora. En el asiento delantero también Karen se quedó
petrificada. Buscó con la mirada a Luis Alfonso. Se habían visto en varias
ocasiones, pero no se hablaban. Ese día pegaron la hebra. El madrileño la invitó
a tomar café en la churrería Manolo. "Qué buena está -pensaba Luis Alfonso
mientras hablaban- esta hija de puta". Ella usaba tangas parranderos y
pantalones descaderados. Sentada dejaba a la intemperie una flor de lis tatuada
en la mitad de la espalda; el tanga parrandero y la sima de la popa. Daban
ganas de hincarle el diente por todas partes. Empezaron a tratarse, a tomar
confianza en el uso de la palabra. Karen estaba sola en el mundo, pero Luis
Alfonso no. Comenzó a tener malos pensamientos, delictivos, asesinos. La
víctima de tales ideas tenía por nombre Lola, su señora esposa de toda la vida.
Planificó el homicidio, pero no con sus propias manos (odiaba la violencia),
sino valiéndose de un sicario. Intentó buscarlo en Managua, dos cuadras (manzanas)
abajo del monumento a Pedro Joaquín Chamorro, 50 varas más allá de la
miscelánea Lorena. Preguntó a un parroquiano. "¿Lorena? -dudó el
interrogado-. En la esquina vive una señora llamada Lorena. Luis Alfonso
escudriñó al hombre, la nariz colorada, el hálito a bebida. "No pregunto
por ninguna señora Lorena, sino por miscelánea Lorena, que me han dicho que
está donde antes estaba el bar
Dime cómo vistes y te diré
quién eres. La forma en que lucimos es nuestra carta de presentación ante la
gente pues dice mucho sobre quiénes somos y qué hacemos. Con frecuencia la
vestimenta de las adolescentes es tan atrevida que las presenta como mujeres
fáciles, por decir lo menos. Parece que la moda juvenil se guía por el destape
y el exhibicionismo que promueven la publicidad y los medios al presentar
continuamente mujeres semidesnudas para atraer el interés del público. Así, los
pantalones descaderados que apenas les cubren el pubis, el torso desnudo con
los pantys seda dental a la vista, los tops de telas translúcidas y escotes
atrevidos que permiten entrever sus senos, hacen que las niñas a menudo se vean
vulgares y provocativas. No es de sorprender que la cultura consumista use y
explote a la mujer para promover sus negocios y que aproveche la necesidad de
las niñas de liberarse de los tabúes sexuales para animarlas a exhibirse. Pero
sí sorprende que los padres estemos permitiendo que las niñas anden vestidas
así y que les compremos este tipo de ropa. Valdría la pena preguntarnos ¿qué
dicen sus vestimentas sobre ellas? ¿Será que no se están presentando como
mujeres apetecibles, como objetos de placer? ¿O como presas fáciles de seducir?
No se trata tan sólo de prohibir que vistan así, sino de hacerles ver que los medios
y los anuncios publicitarios, al exhibir constantemente mujeres semidesnudas,
muestran una imagen deformada y parcial de lo que es la mujer porque destacan
tan sólo lo que tiene de placentero a los sentidos y atrae sexualmente. Es
urgente evitar que los deseos de popularidad y la necesidad de gustar de las
niñas haga que se expongan como mercancía sexual porque así serán tratadas.
Vestidas en forma tan atrevida serán más seductoras, es decir "capaces de
persuadir suavemente al mal" (Diccionario de
Fuente: Ángela
Marulanda Gómez.
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