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Miércoles, Junio 12, 2013 |
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Nicaragua, República Dominicana, Cuba, Guatemala, Granada, Panamá. Desde Río Grande hasta la Patagonia, América Latina ha sido tradicionalmente el patio trasero de los intereses financieros de Wall Street.
La revolución castrista puso a Cuba en el punto de mira de la CIA. El Departamento de Defensa USA no se conformó con suprimir la cuota de importación de azúcar cubana ni con impedir la venta de petróleo norteamericano ni con establecer un severo bloqueo económico contra la isla. También la CIA ha sido acusada de propagar plagas de moho entre los cultivos de tabaco; epidemias de fiebre porcina en la ganadería y enfermedades oculares a los habitantes de Cuba. La frecuencia e intensidad de dichas calamidades no han pasado desapercibidas para algunos congresistas norteamericanos, quienes, en 1969, provocaron una discusión sobre los planes de la Agencia Central de Inteligencia por usar masivamente armas biológicas contra el pueblo y la agricultura de Cuba. En 1960, Allen Dulles, DCI de "la compañía", comunicó a Kennedy el objetivo de la "operación Bahía Cochinos". El joven presidente de EEUU no podía comenzar de forma más prometedora su mandato: capturar con vida o con los pies por delante al quisquilloso barbudo Fidel Castro Ruz. Dio el visto bueno. Aviones camuflados y soldados de fortuna reclutados en Miami pusieron rumbo hacia el estrecho de Florida. La urgente intervención del Consejo de Seguridad de la ONU y la heroica resistencia de los milicianos cubanos truncaron el desembarco de los mercenarios. La capacidad de la CIA para evaluar, analizar e interpretar la información quedó en ridículo. No sería el último fiasco en aquella época. La divulgación de los informes del comité Church y la comisión Rockefeller sacaron de quicio a la Casa Blanca sobre los tejemanejes de la CIA.
Las revelaciones de Philip Agee hicieron temblar los cimientos de Langley. Durante veinte años, el autor de La Compañía por Dentro perdió la nacionalidad norteamericana y ningún país de la OTAN toleró su presencia más allá de cuarenta y ocho horas. En Nicaragua, instruyó a los sandinistas en el modus operandi de los agentes de operaciones especiales de la CIA a la hora de sabotear los transportes públicos y la producción en las fábricas. Ha sido uno de los fundadores del Boletín Informativo de Operaciones Encubiertas, un dolor de muelas para los oficiales duros del espionaje norteamericano.
La CIA no es el único servicio de
inteligencia y contraespionaje de EEUU. Otras agencias con similares
objetivos son la DIA, el FBI y la DEA. Pero teóricamente, la CIA no
puede actuar en territorio USA. Cuando el Servicio de
Contrainteligencia, adscrito al Departamento de Operaciones, detecta
una amenaza exterior (terrorismo, espionaje tecnológico, etcétera),
la CIA deja en manos del FBI la adopción de las medidas
pertinentes. Sin embargo, las relaciones entre ambas agencias no
siempre han discurrido en medio de una balsa de aceite por la
predisposición de la CIA a meter el hocico en el devenir cotidiano
de políticos, artistas o intelectuales norteamericanos
"ligeros de cascos" (Martin Luther King, Lillian Helman,
Marlon Brando, Charles Chaplin, Bertolt Brecht). La CIA tiene
prohibido intervenir en EEUU, pero una de las secciones de la División
de Áreas es la conocida Domestic Operations.
Las fuentes de reclutamiento del
personal de la CIA son las tradicionales en cualquier servicio
secreto del mundo: militares, universitarios, periodistas, abogados,
prostitutas de alto copete, mafiosos, dirigentes de ONG, policías,
maleantes, turistas. Entre los oficiales de la CIA prima el ideario
de la patria y las excelentes perspectivas salariales; también la
vanidad, el deseo de aventura, la esquizofrenia. Los responsables
del espionaje con cobertura del Gobierno son diplomáticos,
corresponsales de prensa y delegados oficiales. Gozan de inmunidad
frente a las autoridades de los países destinatarios.
El mafioso Sam Giancana culpó a la CIA de planificar el asesinato de Marilyn Monroe con un supositorio de Nembutal, más efectivo porque no dejaba rastro en el estómago ni en el riñón. Lionel Grandison, entonces juez del condado de Beverly Hills, también ha reconocido la existencia de presiones oficiales para falsear el certificado de muerte por "suicidio". Los detectives privados Fred Otash y John Danoff, contratados por Jimmy Hoffa, mafioso y jefe del Sindicato de Camioneros, confesaron en su momento haber colocado micrófonos en el apartamento de Marilyn Monroe para espiar a Robert Kennedy. Las comprometidas confidencias hechas a la actriz por el hermano del presidente norteamericano precipitaron los acontecimientos. "La rubia de América" murió para evitar su posible testimonio a la prensa.
Tradicionalmente, el Vaticano ha
dado cobertura a los asuntos de la CIA. Lo denunció en su día
Philip Agee y lo ha reiterado el periodista Carl Bernstein, quien ha
acusado a Juan Pablo II de colaborar con "la compañía"
para hundir el régimen político existente en Polonia en los años
ochenta, y en definitiva, desestabilizar la estructura del Pacto de
Varsovia en favor de la OTAN. |
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