Historia de los Servicios
Secretos
Por Rafael J. Sánchez Armas
Centro Internacional de Criminología
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El cometido teórico
de un servicio secreto abarca la doble función de obtener, elaborar
y distribuir los datos procedentes del enemigo y proteger la
información propia frente a la acción del adversario. Los enemigos
de los servicios secretos son los servicios secretos de los países
beligerantes, los servicios secretos de los países aliados y todos
los servicios secretos de la misma nacionalidad. "El espionaje
no sólo existe para descubrir los secretos del enemigo, sino
incluso los secretos de los aliados", ha dicho Alexandre de
Marenches, ex director del Servicio de Documentación Exterior y
Contraespionaje de Francia". Los servicios secretos de
cualquier rincón del planeta trabajan en la divisoria entre la
legitimidad y la delincuencia. Intentan proteger la legalidad del
Estado vulnerando los derechos de los ciudadanos.
Tres verbos han conjugado los hombres desde su más remota
existencia en las cavernas: comer, fornicar y espiar. Nunca se
hubiera desarrollado la especie sin cumplir dichas funciones. La
domesticación de los animales, el cultivo de la tierra o la forja
de metales basaron sus técnicas en la observación del entorno. El
espionaje es una actividad más de las tantas practicadas por los
hombres en el terreno de la política, la estrategia militar o la
economía. Se convierte en delito cuando lo deciden los gobernantes,
jueces y legisladores.
Ramses II, Julio
Cesar o Alejandro Magno usaron la información como arma preliminar
de la guerra. Personajes como Josué, David o Moisés aparecen en la
Biblia relacionados con frecuentes casos de espionaje. Desde la Edad
Antigua, los agentes secretos han tenido como misión averiguar la
situación política, militar y económica del enemigo a través del
estudio de los tratados y convenios de cooperación internacionales,
los conflictos bélicos, las rivalidades fronterizas, los procesos
de colonialismo, los enfrentamientos dinásticos, la ruptura de la
unidad del territorio, los golpes de Estado, las guerras de
guerrillas, las directrices para la defensa militar del Estado, el número
de fuerzas y su distribución, los sistemas de armas, la
operatividad de los Ejércitos, las líneas de suministros, las
revueltas sociales, étnicas y religiosas, la clase de recursos y
materias primas, el tipo de producción económica, las
infraestructuras públicas, el número de trabajadores sin empleo,
la política tributaria, las relaciones comerciales con el exterior,
las reservas en oro y divisas, la deuda financiera, etcétera.
BRITÁNICOS EN LA HISTORIA
Las sucesivas hordas mongólicas, los conflictos feudales, la
rivalidad por la hegemonía en Europa y la conquista de nuevos
mundos hicieron de los servicios secretos una herramienta
imprescindible para los monarcas y estrategas de la guerra, aunque
supeditados durante mucho tiempo a los agentes con rango de militar
de campaña y a los diplomáticos. En la segunda mitad del siglo
XVI, Francis Walsingham, secretario de Estado de la reina Isabel I y
pionero del Servicio Secreto de Inglaterra, dio un giro a la hora de
reclutar a sus agentes.
Francis Walsingham
La Embajada de
Inglaterra en París se había convertido en una fuente privilegiada
de información sobre los grandes rivales de la reina de la dinastía
Tudor: franceses, españoles y escoceses. Pero no todos los
embajadores cumplieron su misión con fidelidad. Edward Stafford,
vigilado de cerca por los hombres del secretario de Estado, vendió
a Felipe II cierta información sobre los planes y maniobras de la
flota naval inglesa. Francis Walsingham no se quedó de brazos
cruzados y redactó The Plot for Intelligence out of Spain.
Se trataba de un plan destinado a recopilar noticias de la Corte de
España por medio de agentes secretos, embajadores, viajeros y
comerciantes. Flandes, Italia y Venecia, gracias a sus vínculos
territoriales con el Imperio Hispánico, se llenaron de confidentes
al servicio de Walsingham. La operación de la Armada Invencible
quedó al descubierto mucho antes de zarpar, pero el océano jugó
una mala pasada a los buques españoles en el canal de La Mancha, y
el cuerpo expedicionario mandado por Alejandro Farnesio de Parma,
presto en Flandes a desembarcar en Inglaterra tan pronto como la
flota inglesa partiera al encuentro de los buques españoles, no
pudo acometer el objetivo de invadir Inglaterra por sorpresa. Dos años
después, murió Francis Walsingham, pero dejó marcada su huella
entre decenas de novelistas y poetas ingleses, convertidos en
voluntarios del Servicio Secreto por una mezcla de patriotismo y
aventura, tradición mantenida fielmente por muchos aristócratas,
escritores, artistas y científicos británicos a lo largo del
tiempo. Daniel Defoe, Benjamin Franklin, Graham Green, John le
Carre, Ian Fleming y tantos otros son ejemplos de la seducción del
espionaje entre los británicos.
Tras Walsingham, John
Thurloe también se convirtió en un obstáculo para los planes
expansionistas de los monarcas españoles. Contratado por Cromwell,
dejó su despacho de abogado en Essex y emprendió la tarea de hacer
del Servicio Secreto de Inglaterra la más poderosa máquina de
obtener información en Europa. Thurloe es quizá el más claro
ejemplo del poder de la información. Sucesivamente se hizo cargo de
la Dirección de Correos, de la Secretaría de Estado, del
Ministerio del Gobernación, de la policía, del Ministerio de
Asuntos Exteriores, del Servicio Secreto y del Ministerio de la
Guerra. Jesuitas y hebreos coparon un buen número como agentes de
Thurloe. El soborno y la inducción a la deserción constituyeron
sus mejores armas para obtener información.
John Thurloe
En el siglo XIX, los
servicios secretos europeos trabajaron incansablemente para
neutralizar la influencia marxista, el nacionalismo y los continuos
brotes revolucionarios. Wilhelm Stieber, agente a las órdenes de
Federico Guillermo IV de Prusia, también organizó la policía
secreta rusa, un instrumento de terror para defender los intereses
del zar y su corte. Miles de rusos, polacos y ucranianos se
instalaron en Gran Bretaña huyendo de los métodos de la Oknrana
zarista. Londres se convirtió en un hervidero de refugiados y
agentes secretos rusos.
En 1897, uno
de aquellos hombres, Sidney Reilly, nacido parece ser en
Odessa, ingresó en el Servicio Secreto Británico. No sólo
destacó como agente secreto sino como mercenario, viajero y
empleado de mil oficios. Mujeriego y brillante como el capitán
de la marina Mansfiel Cumming (una leyenda en la historia
del Secret Intelligence Service), nunca gozó de la
confianza plena del jefe del MI-6, como también es conocido
el SIS. Gustaba de no dejar testigos de sus acciones. En San
Petersburgo, la despechada esposa estuvo a punto de dar al
traste con su porvenir como agente secreto. Reilly trabajó
denodadamente contra la Revolución Bolchevique hasta su
extraña desaparición, no se sabe si fusilado por los
rusos; convertido voluntariamente en comunista o captado por
los bolcheviques tras haber sido descubierto como inductor
de sabotaje y terrorismo.
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Sidney Reilly
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El origen de la
infiltración y posterior expansión de la red de agentes rusos en
el MI-6, muchos historiadores la relacionan con la desaparición de
Reilly, máxime tras las supuestas declaraciones de un desertor
ruso, el general Walter Krivitsky, antes de morir en un hotel de
Londres con un disparo en la nuca. El falso suicidio quedó hecho añicos
mucho después, cuando se hizo público el escándalo sobre el
"círculo de Cambridge".
A principios del siglo XX, el servicio secreto del "canciller
de hierro" Otto Eduardo Leopoldo Bismarck-Schoenhausen se
convirtió en una amenaza para la seguridad del Reino Unido gracias
a la oleada de agentes enviados a Londres. Cuando el Gobierno y el
Parlamento descubrieron el riesgo de no controlar a tiempo la
copiosa recopilación de datos hecha sobre fábricas, barcos y
comunicaciones por los agentes de Bismarck, el estadillo de la I
Guerra Mundial estaba a la vuelta de la esquina.
El MI-5 nació como
órgano militar de contrainteligencia del Imperio Británico y el
capitán Vernon Kell recibió la orden de dirigirlo con mano dura.
Durante su jefatura, el MI-5 no rehusó la contratación de
rufianes, prostitutas y delincuentes. Consiguió la modificación de
la Ley de Secretos Oficiales y un generoso presupuesto. En los
albores de la II Guerra Mundial, el MI-5 contaba con varios miles de
agentes y colaboradores. Entre las personas vigiladas por los
hombres de Kell estaban los dirigentes de las organizaciones de
voluntarios internacionales en la guerra civil española. Cuando las
tropas de Hitler invadieron Checoslovaquia, acción no condenada por
la Europa libre y democrática, el MI-5 detuvo a seis mil ex
combatientes antifranquistas residentes en Gran Bretaña por miedo
al rebrote solidario. Pero más tarde, cuando Europa estaba bajo el
riesgo de caer bajo la dominación del III Reich, muchos de aquellos
detenidos engrosaron las filas del SOE.
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Vernon Kell
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MI-5
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Stewart Menzies
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El coronel Stewart
Menzies, recién nombrado jefe del SIS, se hizo cargo de organizar
el SOE (Special Operations Executive) con el objetivo de provocar
sabotajes, revueltas y asesinatos en la Europa ocupada por las
tropas alemanas. "¡Pegad fuego a Europa!", exclamó
Winston Churchill ante el ministro de Guerra británico. El SOE tuvo
tres directores desde 1940 hasta 1945: Frank Nelson, Charles Hambro
y Colin McVean Gubbins. El SOE colaboró activamente con la Office
of Strategic Service de EEUU y menos con la Deuxieme Bureau
(precursor de la Direction Générale des Services Spéciaux) por la
actitud recelosa e independiente del general De Gaulle, exiliado en
Londres.
SOE
Tanto el cuartel
general como diversos centros de selección y formación se hallaban
en Baker Street, inmortalizada por las novelas de Sherlock Holmes.
El SOE llegó a reclutar miles de comandos para luego ser enviados
en aviones clandestinos hasta la costa francesa y después proseguir
por sus propios medios o con la ayuda de la Resistencia hasta la
zona de Francia ocupada, Italia, Holanda, Bélgica, Dinamarca,
Yugoslavia. Los hombres del SOE estaban familiarizados con toda
clase de técnicas y tácticas de guerrilla: tiro de combate, manejo
de explosivos, criptografía, transmisiones por radio, falsificación
de documentos, paracaidismo, supervivencia. Las operaciones del SOE
en combinación con la OSS (precursora de la CIA) contribuyeron
decididamente a la derrota del III Reich.
Mata Hari
Gertrude Marguerite
Zelle-Mcleod, más conocida como "Mata Hari", ha sido el
agente secreto más novelesco de cuantos han popularizado el cine y
la literatura. Pero nadie ha provocado tanta controversia como Kim
Philby, una leyenda en el misterioso mundo del espionaje. Unos lo
han considerado un soldado al servicio del comunismo y otros lo
acusaron de traición a la patria. Reunía todas las condiciones
para moverse en la sombra: metódico, tenaz, conspirador, astuto,
curioso, sociable, observador. Nació el primer día de 1912, en la
región india de Punjab, donde el padre trabajaba como funcionario
del Servicio Civil Indio. Llegó a Londres a la edad de siete años
e ingresó en Westminster como becario del rey. En 1929 se trasladó
a Cambridge para estudiar en el colegio de Trinity, donde ya
despuntaban los alumnos Burgues y Blunt. En 1931, Macleand cerraría
el cuarteto más tarde conocido como el "círculo de
Cambridge".
Harold Kim Philby
Siendo miembro de la
Sociedad Socialista de la Universidad de Cambridge, conoció a
Maurice Dobb, alma mater de la célula del Partido Comunista de Gran
Bretaña. La situación en Europa no podía ser más alarmante:
hambre, disturbios, xenofobia, represión, atentados, censura de
prensa. La inflación modificaba cada minuto la paridad de las
monedas europeas. Para algunos, sólo había dos alternativas:
religión o comunismo. En 1932, Burgues, Blunt (primo hermano de la
futura reina Isabel II) y Macleand tomaron partido por la lucha de
clases; Kim Philby no. Un año después, a raíz de un viaje por
Hungría, Francia y Alemania, se entrevistó con Maurice Dobb, quien
lo recomendó ante la Comisión Mundial de Ayuda a las Víctimas del
Fascismo Alemán. Tras una breve estancia en París, la organización
lo envió a Viena, donde colaboró con Alice en la huida de muchos
judíos perseguidos por la Ley Marcial y por la Gestapo. El 24 de
febrero de 1934, Alice y Kim Philby contrajeron matrimonio para
evitar el arresto de la joven. Emprendieron viaje a Londres, donde
un emisario de Stalin, informado del coraje y la lealtad de Philby
en Austria, lo captó para los servicios secretos soviéticos. Su
misión consistía en infiltrarse en el Secret Intelligence Service,
cuya colaboración con la CIA le iba a permitir conocer los planes
económicos, militares y diplomáticos de EEUU. Comenzó a fraguarse
una personalidad derechista como redactor de Rewiew of Reviews. Su
espectacular viraje no sorprendió a Burguer, con quien coincidió
en la Asociación Anglo-Alemana, cobijo de antisemitas, magnates de
los negocios y aristócratas simpatizantes de Hitler. La Asociación
Anglo-Alemana, un auténtico valladar contra el comunismo, mantenía
hilo directo con el Ministerio de Propaganda del III Reich.
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Anthony Blunt
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Donald Maclean
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Guy Burgess
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En 1936, bajo la
cobertura de corresponsal de The Time, partió hacia España, donde
cubrió la guerra desde el bando franquista. Cada semana enviaba
puntualmente su cándido artículo. En realidad, su misión consistía
en recabar información de primera mano para después transmitirla
al SIS. Engañó al mismísimo Franco, quien le otorgó la Cruz Roja
al mérito militar. Mientras Alice había buscado consuelo en los
brazos de un alemán refugiado en Londres, Kim no desaprovechó sus
dotes para cortejar a Lindsay-Hogg, actriz canadiense enamorada del
sol, los toros y la comida mediterránea. La Guardia Civil estuvo en
un tris de acabar prematuramente con la trayectoria de Philby como
agente secreto. Milagrosamente, los miembros de la Benemérita no
descubrieron la libreta donde tenía anotado el código del Servicio
de Inteligencia ruso, a quien también informaba sobre la guerra
civil española. En 1939, "cautivo y desarmado el Ejército
rojo", regresó a Londres y entabló amistad con Aileen, una
rubia muy risueña y cariñosa.
Adolfo Hitler
Francia, Gran Bretaña
y EEUU dominaban el mundo. Alemania y la URSS pretendían lo mismo.
Estalló la II Guerra Mundial, y por fin Kim Philby ingresó en el
Servicio de Inteligencia Secreto como instructor de la Escuela de
Adiestramiento de Beaulie, cuyos alumnos iban destinados a la sección
D del SIS, encargada de fomentar la resistencia contra los alemanes
mediante actos de sabotaje y subversión, cometido poco después
compartido con los comandos del SOE. Más tarde, aprovechando su
puesto como descifrador de los códigos del enemigo, prestó un
servicio incalculable a la URSS. En aquella época, los enviados de
Hitler y Churchill negociaban en secreto la firma de un armisticio a
espaldas de los soviéticos, y nadie en Occidente iba a levantar la
voz contra la posterior invasión del territorio ruso por las tropas
alemanas. Kim Philby alertó al NKVD (predecesor del KGB) y la URSS
consiguió variar el curso de la guerra. Finalizada la contienda,
fue nombrado jefe del Departamento 9, encargado de la
contrainteligencia soviética. Teóricamente, debía combatir las
operaciones del KGB en suelo británico, pero en realidad actuaba
como un apéndice del mismo. Los agentes de Kim Philby en Moscú
captaban a los disidentes soviéticos y después "el maestro de
espías" los delataba. Se ignora el número de soviéticos
fusilados como resultado de la sucesiva desmantelación de redes
clandestinas antisoviéticas.
En 1949, tras un período de dos años al frente del SIS en Turquía,
bajo la tapadera de funcionario del consulado británico en Beirut,
lo destinaron a Washington como oficial de enlace entre la CIA y el
SIS. Excepto Blunt, en la capital de EEUU se dieron cita todos los
miembros del "círculo de Cambridge". El FBI no daba
abasto: Burguer continuaba siendo un personaje estrambótico y
Macleand permanecía bajo sospecha desde la fuga de cierta información
sobre tecnología nuclear y el proyecto de creación de la OTAN. La
precipitada huida de Burguer y Macleand a Moscú puso en un brete la
seguridad de Kim Philby. Peter Wright, más tarde director adjunto
del MI-5, señaló a Philby como el tercer hombre de Moscú. En
Lecoufiel, sede del Servicio de Contraespionaje británico, ni lo
acusaron ni lo absolvieron, pero durante varios años permaneció
suspendido de empleo y sueldo.
Peter Wright
En 1955, el SIS lo
rehabilitó aparentemente, quizá con la intención de convertirlo
en agente doble. Lo mandaron a Beirut como corresponsal en Oriente
Medio de los diarios The Observer y The Economist. Contrajo
matrimonio por tercera ocasión. La boda provocó un revuelo entre
los periodistas extranjeros acreditados en Líbano porque Eleanor
era la cónyuge del corresponsal de The New York Times. Durante
varios años dedicaron la mayor parte del tiempo a recorrer la zona.
Pero Kim Philby ya no gozaba de la confianza de sus jefes y sin duda
no iba a lograr el viejo sueño del KGB: ascender a la jefatura del
SIS. Tanto la CIA como el MI-5 continuaban acechando sus pasos, y en
1963, temeroso de ser detenido, embarcó en un carguero soviético
rumbo a Odessa.
En Moscú cayó prendado de las buenas maneras de Melinda, la
insatisfecha mujer de Macleand, y años más tarde, ya en la
pendiente de la vida, conoció a Rufina Pujova, con quien terminó
casándose. El 11 de mayo de 1988 emprendió el último viaje. Los
funerales tuvieron lugar frente al cuartel general del KGB. Miles de
ciudadanos le rindieron homenaje a los acordes de la Marcha fúnebre
de Chopin. Muerto Kim Philby y descubierto Blunt como el cuarto
hombre, Peter Wright, "el cazador de espías", apuntó a
Roger Hollis, ex director del MI-5, como el quinto topo del KGB. Si
hubo un sexto hombre o no, Kim Philby se llevó el secreto a la
tumba.
Segunda
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