Miércoles, Junio 12, 2013

 
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Historia de los Servicios Secretos

Por Rafael J. Sánchez Armas
Centro Internacional de Criminología
www.centrodecriminologia.com

El cometido teórico de un servicio secreto abarca la doble función de obtener, elaborar y distribuir los datos procedentes del enemigo y proteger la información propia frente a la acción del adversario. Los enemigos de los servicios secretos son los servicios secretos de los países beligerantes, los servicios secretos de los países aliados y todos los servicios secretos de la misma nacionalidad. "El espionaje no sólo existe para descubrir los secretos del enemigo, sino incluso los secretos de los aliados", ha dicho Alexandre de Marenches, ex director del Servicio de Documentación Exterior y Contraespionaje de Francia". Los servicios secretos de cualquier rincón del planeta trabajan en la divisoria entre la legitimidad y la delincuencia. Intentan proteger la legalidad del Estado vulnerando los derechos de los ciudadanos.

Tres verbos han conjugado los hombres desde su más remota existencia en las cavernas: comer, fornicar y espiar. Nunca se hubiera desarrollado la especie sin cumplir dichas funciones. La domesticación de los animales, el cultivo de la tierra o la forja de metales basaron sus técnicas en la observación del entorno. El espionaje es una actividad más de las tantas practicadas por los hombres en el terreno de la política, la estrategia militar o la economía. Se convierte en delito cuando lo deciden los gobernantes, jueces y legisladores.

Ramses II, Julio Cesar o Alejandro Magno usaron la información como arma preliminar de la guerra. Personajes como Josué, David o Moisés aparecen en la Biblia relacionados con frecuentes casos de espionaje. Desde la Edad Antigua, los agentes secretos han tenido como misión averiguar la situación política, militar y económica del enemigo a través del estudio de los tratados y convenios de cooperación internacionales, los conflictos bélicos, las rivalidades fronterizas, los procesos de colonialismo, los enfrentamientos dinásticos, la ruptura de la unidad del territorio, los golpes de Estado, las guerras de guerrillas, las directrices para la defensa militar del Estado, el número de fuerzas y su distribución, los sistemas de armas, la operatividad de los Ejércitos, las líneas de suministros, las revueltas sociales, étnicas y religiosas, la clase de recursos y materias primas, el tipo de producción económica, las infraestructuras públicas, el número de trabajadores sin empleo, la política tributaria, las relaciones comerciales con el exterior, las reservas en oro y divisas, la deuda financiera, etcétera.


BRITÁNICOS EN LA HISTORIA

Las sucesivas hordas mongólicas, los conflictos feudales, la rivalidad por la hegemonía en Europa y la conquista de nuevos mundos hicieron de los servicios secretos una herramienta imprescindible para los monarcas y estrategas de la guerra, aunque supeditados durante mucho tiempo a los agentes con rango de militar de campaña y a los diplomáticos. En la segunda mitad del siglo XVI, Francis Walsingham, secretario de Estado de la reina Isabel I y pionero del Servicio Secreto de Inglaterra, dio un giro a la hora de reclutar a sus agentes.


Francis Walsingham

La Embajada de Inglaterra en París se había convertido en una fuente privilegiada de información sobre los grandes rivales de la reina de la dinastía Tudor: franceses, españoles y escoceses. Pero no todos los embajadores cumplieron su misión con fidelidad. Edward Stafford, vigilado de cerca por los hombres del secretario de Estado, vendió a Felipe II cierta información sobre los planes y maniobras de la flota naval inglesa. Francis Walsingham no se quedó de brazos cruzados y redactó The Plot for Intelligence out of Spain. Se trataba de un plan destinado a recopilar noticias de la Corte de España por medio de agentes secretos, embajadores, viajeros y comerciantes. Flandes, Italia y Venecia, gracias a sus vínculos territoriales con el Imperio Hispánico, se llenaron de confidentes al servicio de Walsingham. La operación de la Armada Invencible quedó al descubierto mucho antes de zarpar, pero el océano jugó una mala pasada a los buques españoles en el canal de La Mancha, y el cuerpo expedicionario mandado por Alejandro Farnesio de Parma, presto en Flandes a desembarcar en Inglaterra tan pronto como la flota inglesa partiera al encuentro de los buques españoles, no pudo acometer el objetivo de invadir Inglaterra por sorpresa. Dos años después, murió Francis Walsingham, pero dejó marcada su huella entre decenas de novelistas y poetas ingleses, convertidos en voluntarios del Servicio Secreto por una mezcla de patriotismo y aventura, tradición mantenida fielmente por muchos aristócratas, escritores, artistas y científicos británicos a lo largo del tiempo. Daniel Defoe, Benjamin Franklin, Graham Green, John le Carre, Ian Fleming y tantos otros son ejemplos de la seducción del espionaje entre los británicos.

Tras Walsingham, John Thurloe también se convirtió en un obstáculo para los planes expansionistas de los monarcas españoles. Contratado por Cromwell, dejó su despacho de abogado en Essex y emprendió la tarea de hacer del Servicio Secreto de Inglaterra la más poderosa máquina de obtener información en Europa. Thurloe es quizá el más claro ejemplo del poder de la información. Sucesivamente se hizo cargo de la Dirección de Correos, de la Secretaría de Estado, del Ministerio del Gobernación, de la policía, del Ministerio de Asuntos Exteriores, del Servicio Secreto y del Ministerio de la Guerra. Jesuitas y hebreos coparon un buen número como agentes de Thurloe. El soborno y la inducción a la deserción constituyeron sus mejores armas para obtener información.


John Thurloe

En el siglo XIX, los servicios secretos europeos trabajaron incansablemente para neutralizar la influencia marxista, el nacionalismo y los continuos brotes revolucionarios. Wilhelm Stieber, agente a las órdenes de Federico Guillermo IV de Prusia, también organizó la policía secreta rusa, un instrumento de terror para defender los intereses del zar y su corte. Miles de rusos, polacos y ucranianos se instalaron en Gran Bretaña huyendo de los métodos de la Oknrana zarista. Londres se convirtió en un hervidero de refugiados y agentes secretos rusos.

En 1897, uno de aquellos hombres, Sidney Reilly, nacido parece ser en Odessa, ingresó en el Servicio Secreto Británico. No sólo destacó como agente secreto sino como mercenario, viajero y empleado de mil oficios. Mujeriego y brillante como el capitán de la marina Mansfiel Cumming (una leyenda en la historia del Secret Intelligence Service), nunca gozó de la confianza plena del jefe del MI-6, como también es conocido el SIS. Gustaba de no dejar testigos de sus acciones. En San Petersburgo, la despechada esposa estuvo a punto de dar al traste con su porvenir como agente secreto. Reilly trabajó denodadamente contra la Revolución Bolchevique hasta su extraña desaparición, no se sabe si fusilado por los rusos; convertido voluntariamente en comunista o captado por los bolcheviques tras haber sido descubierto como inductor de sabotaje y terrorismo. 


Sidney Reilly

El origen de la infiltración y posterior expansión de la red de agentes rusos en el MI-6, muchos historiadores la relacionan con la desaparición de Reilly, máxime tras las supuestas declaraciones de un desertor ruso, el general Walter Krivitsky, antes de morir en un hotel de Londres con un disparo en la nuca. El falso suicidio quedó hecho añicos mucho después, cuando se hizo público el escándalo sobre el "círculo de Cambridge".

A principios del siglo XX, el servicio secreto del "canciller de hierro" Otto Eduardo Leopoldo Bismarck-Schoenhausen se convirtió en una amenaza para la seguridad del Reino Unido gracias a la oleada de agentes enviados a Londres. Cuando el Gobierno y el Parlamento descubrieron el riesgo de no controlar a tiempo la copiosa recopilación de datos hecha sobre fábricas, barcos y comunicaciones por los agentes de Bismarck, el estadillo de la I Guerra Mundial estaba a la vuelta de la esquina.

El MI-5 nació como órgano militar de contrainteligencia del Imperio Británico y el capitán Vernon Kell recibió la orden de dirigirlo con mano dura. Durante su jefatura, el MI-5 no rehusó la contratación de rufianes, prostitutas y delincuentes. Consiguió la modificación de la Ley de Secretos Oficiales y un generoso presupuesto. En los albores de la II Guerra Mundial, el MI-5 contaba con varios miles de agentes y colaboradores. Entre las personas vigiladas por los hombres de Kell estaban los dirigentes de las organizaciones de voluntarios internacionales en la guerra civil española. Cuando las tropas de Hitler invadieron Checoslovaquia, acción no condenada por la Europa libre y democrática, el MI-5 detuvo a seis mil ex combatientes antifranquistas residentes en Gran Bretaña por miedo al rebrote solidario. Pero más tarde, cuando Europa estaba bajo el riesgo de caer bajo la dominación del III Reich, muchos de aquellos detenidos engrosaron las filas del SOE.


Vernon Kell


MI-5


Stewart Menzies

El coronel Stewart Menzies, recién nombrado jefe del SIS, se hizo cargo de organizar el SOE (Special Operations Executive) con el objetivo de provocar sabotajes, revueltas y asesinatos en la Europa ocupada por las tropas alemanas. "¡Pegad fuego a Europa!", exclamó Winston Churchill ante el ministro de Guerra británico. El SOE tuvo tres directores desde 1940 hasta 1945: Frank Nelson, Charles Hambro y Colin McVean Gubbins. El SOE colaboró activamente con la Office of Strategic Service de EEUU y menos con la Deuxieme Bureau (precursor de la Direction Générale des Services Spéciaux) por la actitud recelosa e independiente del general De Gaulle, exiliado en Londres.


SOE

Tanto el cuartel general como diversos centros de selección y formación se hallaban en Baker Street, inmortalizada por las novelas de Sherlock Holmes. El SOE llegó a reclutar miles de comandos para luego ser enviados en aviones clandestinos hasta la costa francesa y después proseguir por sus propios medios o con la ayuda de la Resistencia hasta la zona de Francia ocupada, Italia, Holanda, Bélgica, Dinamarca, Yugoslavia. Los hombres del SOE estaban familiarizados con toda clase de técnicas y tácticas de guerrilla: tiro de combate, manejo de explosivos, criptografía, transmisiones por radio, falsificación de documentos, paracaidismo, supervivencia. Las operaciones del SOE en combinación con la OSS (precursora de la CIA) contribuyeron decididamente a la derrota del III Reich.


Mata Hari

Gertrude Marguerite Zelle-Mcleod, más conocida como "Mata Hari", ha sido el agente secreto más novelesco de cuantos han popularizado el cine y la literatura. Pero nadie ha provocado tanta controversia como Kim Philby, una leyenda en el misterioso mundo del espionaje. Unos lo han considerado un soldado al servicio del comunismo y otros lo acusaron de traición a la patria. Reunía todas las condiciones para moverse en la sombra: metódico, tenaz, conspirador, astuto, curioso, sociable, observador. Nació el primer día de 1912, en la región india de Punjab, donde el padre trabajaba como funcionario del Servicio Civil Indio. Llegó a Londres a la edad de siete años e ingresó en Westminster como becario del rey. En 1929 se trasladó a Cambridge para estudiar en el colegio de Trinity, donde ya despuntaban los alumnos Burgues y Blunt. En 1931, Macleand cerraría el cuarteto más tarde conocido como el "círculo de Cambridge".


Harold Kim Philby

Siendo miembro de la Sociedad Socialista de la Universidad de Cambridge, conoció a Maurice Dobb, alma mater de la célula del Partido Comunista de Gran Bretaña. La situación en Europa no podía ser más alarmante: hambre, disturbios, xenofobia, represión, atentados, censura de prensa. La inflación modificaba cada minuto la paridad de las monedas europeas. Para algunos, sólo había dos alternativas: religión o comunismo. En 1932, Burgues, Blunt (primo hermano de la futura reina Isabel II) y Macleand tomaron partido por la lucha de clases; Kim Philby no. Un año después, a raíz de un viaje por Hungría, Francia y Alemania, se entrevistó con Maurice Dobb, quien lo recomendó ante la Comisión Mundial de Ayuda a las Víctimas del Fascismo Alemán. Tras una breve estancia en París, la organización lo envió a Viena, donde colaboró con Alice en la huida de muchos judíos perseguidos por la Ley Marcial y por la Gestapo. El 24 de febrero de 1934, Alice y Kim Philby contrajeron matrimonio para evitar el arresto de la joven. Emprendieron viaje a Londres, donde un emisario de Stalin, informado del coraje y la lealtad de Philby en Austria, lo captó para los servicios secretos soviéticos. Su misión consistía en infiltrarse en el Secret Intelligence Service, cuya colaboración con la CIA le iba a permitir conocer los planes económicos, militares y diplomáticos de EEUU. Comenzó a fraguarse una personalidad derechista como redactor de Rewiew of Reviews. Su espectacular viraje no sorprendió a Burguer, con quien coincidió en la Asociación Anglo-Alemana, cobijo de antisemitas, magnates de los negocios y aristócratas simpatizantes de Hitler. La Asociación Anglo-Alemana, un auténtico valladar contra el comunismo, mantenía hilo directo con el Ministerio de Propaganda del III Reich.


Anthony Blunt


Donald Maclean


Guy Burgess

En 1936, bajo la cobertura de corresponsal de The Time, partió hacia España, donde cubrió la guerra desde el bando franquista. Cada semana enviaba puntualmente su cándido artículo. En realidad, su misión consistía en recabar información de primera mano para después transmitirla al SIS. Engañó al mismísimo Franco, quien le otorgó la Cruz Roja al mérito militar. Mientras Alice había buscado consuelo en los brazos de un alemán refugiado en Londres, Kim no desaprovechó sus dotes para cortejar a Lindsay-Hogg, actriz canadiense enamorada del sol, los toros y la comida mediterránea. La Guardia Civil estuvo en un tris de acabar prematuramente con la trayectoria de Philby como agente secreto. Milagrosamente, los miembros de la Benemérita no descubrieron la libreta donde tenía anotado el código del Servicio de Inteligencia ruso, a quien también informaba sobre la guerra civil española. En 1939, "cautivo y desarmado el Ejército rojo", regresó a Londres y entabló amistad con Aileen, una rubia muy risueña y cariñosa.


Adolfo Hitler

Francia, Gran Bretaña y EEUU dominaban el mundo. Alemania y la URSS pretendían lo mismo. Estalló la II Guerra Mundial, y por fin Kim Philby ingresó en el Servicio de Inteligencia Secreto como instructor de la Escuela de Adiestramiento de Beaulie, cuyos alumnos iban destinados a la sección D del SIS, encargada de fomentar la resistencia contra los alemanes mediante actos de sabotaje y subversión, cometido poco después compartido con los comandos del SOE. Más tarde, aprovechando su puesto como descifrador de los códigos del enemigo, prestó un servicio incalculable a la URSS. En aquella época, los enviados de Hitler y Churchill negociaban en secreto la firma de un armisticio a espaldas de los soviéticos, y nadie en Occidente iba a levantar la voz contra la posterior invasión del territorio ruso por las tropas alemanas. Kim Philby alertó al NKVD (predecesor del KGB) y la URSS consiguió variar el curso de la guerra. Finalizada la contienda, fue nombrado jefe del Departamento 9, encargado de la contrainteligencia soviética. Teóricamente, debía combatir las operaciones del KGB en suelo británico, pero en realidad actuaba como un apéndice del mismo. Los agentes de Kim Philby en Moscú captaban a los disidentes soviéticos y después "el maestro de espías" los delataba. Se ignora el número de soviéticos fusilados como resultado de la sucesiva desmantelación de redes clandestinas antisoviéticas.

En 1949, tras un período de dos años al frente del SIS en Turquía, bajo la tapadera de funcionario del consulado británico en Beirut, lo destinaron a Washington como oficial de enlace entre la CIA y el SIS. Excepto Blunt, en la capital de EEUU se dieron cita todos los miembros del "círculo de Cambridge". El FBI no daba abasto: Burguer continuaba siendo un personaje estrambótico y Macleand permanecía bajo sospecha desde la fuga de cierta información sobre tecnología nuclear y el proyecto de creación de la OTAN. La precipitada huida de Burguer y Macleand a Moscú puso en un brete la seguridad de Kim Philby. Peter Wright, más tarde director adjunto del MI-5, señaló a Philby como el tercer hombre de Moscú. En Lecoufiel, sede del Servicio de Contraespionaje británico, ni lo acusaron ni lo absolvieron, pero durante varios años permaneció suspendido de empleo y sueldo. 


Peter Wright

En 1955, el SIS lo rehabilitó aparentemente, quizá con la intención de convertirlo en agente doble. Lo mandaron a Beirut como corresponsal en Oriente Medio de los diarios The Observer y The Economist. Contrajo matrimonio por tercera ocasión. La boda provocó un revuelo entre los periodistas extranjeros acreditados en Líbano porque Eleanor era la cónyuge del corresponsal de The New York Times. Durante varios años dedicaron la mayor parte del tiempo a recorrer la zona. Pero Kim Philby ya no gozaba de la confianza de sus jefes y sin duda no iba a lograr el viejo sueño del KGB: ascender a la jefatura del SIS. Tanto la CIA como el MI-5 continuaban acechando sus pasos, y en 1963, temeroso de ser detenido, embarcó en un carguero soviético rumbo a Odessa.

En Moscú cayó prendado de las buenas maneras de Melinda, la insatisfecha mujer de Macleand, y años más tarde, ya en la pendiente de la vida, conoció a Rufina Pujova, con quien terminó casándose. El 11 de mayo de 1988 emprendió el último viaje. Los funerales tuvieron lugar frente al cuartel general del KGB. Miles de ciudadanos le rindieron homenaje a los acordes de la Marcha fúnebre de Chopin. Muerto Kim Philby y descubierto Blunt como el cuarto hombre, Peter Wright, "el cazador de espías", apuntó a Roger Hollis, ex director del MI-5, como el quinto topo del KGB. Si hubo un sexto hombre o no, Kim Philby se llevó el secreto a la tumba.

Segunda parte

 

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