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Las bandas callejeras están proliferando en
todo el
mundo: EE UU ha impulsado el fenómeno al deportar a decenas de
miles de
inmigrantes con antecedentes penales cada año. Internet tiene otra
parte
de responsabilidad porque las bandas vigilan su territorio y
difunden su
cultura a través de la Red. A Europa -y a España- están llegando
sobre
todo su estética y su simbología, pero el nivel de violencia no es
comparable al de Centroamérica, donde las maras son una
grave
amenaza a la seguridad nacional. Andrew
Papachristos
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Es un frío día de invierno en Chicago, y Héctor hace lo mismo
de casi
todos los días, ocupar su esquina y servir droga a sus
clientes.
Es hijo de inmigrantes mexicanos, tiene 19 años y pertenece a la
banda de
los Latin Kings. Habla un spanglish mezclado con jerga
urbana y
viste el uniforme típico de los jóvenes de su barrio: plumífero,
vaqueros
anchos y zapatillas de deporte blancas y meticulosamente limpias
(en una
ciudad en la que la sal que se utiliza contra la nieve arruina
vestuarios
enteros). No ha salido nunca de Chicago y se aventura poco fuera
de un
radio de cinco kilómetros de su piso.
Héctor ocupa el final de una larga y conocida cadena comercial
internacional. Cada una de las bolsitas de plástico que tiene en
la mano
cuesta 10 dólares (unos 7,5 euros) y contiene una especie de
terrones de
azúcar que, en realidad, son cocaína en forma de crack.
Cuando la
droga llega a las calles de Chicago, ha pasado por más de una
docena de
personas y por tres países. A él no le interesa la cadena mundial
de
suministro de crack en rocas; su preocupación y su
actividad
diaria no van más allá de unas cuantas manzanas, como sus
aspiraciones. La
mayor parte de su jornada la dedica a lo mismo que otros chicos de
19
años: dormir, salir con los amigos, intentar ligar con chicas,
jugar con
la consola y perder el tiempo y reír en la calle. Sólo vende
drogas
durante unas horas, y vuelve a casa con un beneficio de unos 50
dólares
(unos 38 euros), poco más de lo que ganaría en un McDonald’s.
La imagen de Héctor -la de un joven pandillero de una minoría
étnica y
de un barrio deprimido- se transmite y se explota, rodeada de
glamour, por todo el mundo. La creciente movilidad de la
información a través del ciberespacio, el cine y la música
facilita que
las bandas, sus miembros y los que querrían serlo obtengan
información,
adapten sus personalidades y distorsionen la vida en las bandas.
En
general, estas imágenes de la vida de las pandillas no son sólo
exageradas; son mentira. Los coches llamativos, las sortijas de
diamantes
y los fajos de billetes no son lo normal en ese ambiente. Es mucho
más
habitual luchar para llegar a fin de mes, intentar llevar comida a
casa
sin ir a parar a la cárcel, ponerse la misma camiseta y los mismos
vaqueros hasta que están llenos de agujeros, y tener que lidiar
con la
rutina de los estudios, el paro y la manutención de los hijos.
No obstante, en la mentalidad popular predominan dos imágenes
de las
pandillas callejeras: las bandas como grupos de matones que
trafican con
drogas y, últimamente, como organizaciones terroristas. Aunque los
medios
de comunicación prefieren vincular a estos grupos con las drogas,
lo
cierto es que son muy pocos los que se dedican a traficar. Y mucho
menos
de manera organizada. En Estados Unidos, el Centro Nacional de
Bandas
Juveniles calcula que, en ese país, sólo se dedica al narcotráfico
organizado el 24% de las bandas. Las que trafican están llenando
un hueco
en la economía urbana posindustrial, sustituyendo los puestos de
trabajo
industriales y no cualificados que servían como vehículo de
movilidad
social.
El nombre de José Padilla va inevitablemente seguido de dos
calificativos: presunto terrorista de Al Qaeda y pandillero. El
nexo entre
ambas cosas es muy engañoso. Padilla fue detenido en el aeropuerto
internacional de O’Hare, Chicago, en junio de 2002, cuando, al
parecer,
iba a hacer estallar una bomba sucia en una ciudad
estadounidense. Pero, igual que en el caso del tráfico de drogas,
la
mayoría de las bandas carecen de los medios organizativos
necesarios para
manejar redes clandestinas internacionales. Casi todas se dedican,
más
bien, a lo que un criminólogo llama el delito "de cafetería": un
poco de
consumo de drogas (ilegal en Estados Unidos), unas nociones de
cómo robar,
un toque de absentismo escolar, unas cuantas peleas… El fallido
atentado
terrorista de Padilla tuvo poco que ver con su pertenencia a una
banda.
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La 18
traspasa fronteras: miembros de Mara 18, originaria
de Los
Ángeles, que es ya una de las dos bandas más grandes de
Centroamérica. |
Aun así, ha habido unos cuantos ejemplos especiales que indican
que
algunas sí cuentan con los contactos mundiales necesarios para
cometer
actos terroristas. En 1986, la banda de Chicago El Rukns conspiró
para
cometer actos terroristas en Estados Unidos en nombre del Gobierno
libio,
a cambio de 2,5 millones de dólares. En los años 90, los Latin
Kings
enviaban dinero al FALN, un grupo militante de Puerto Rico, a
través de
contactos que se gestaban en las prisiones estadounidenses. Y,
hace poco,
los líderes de la banda Salvatrucha (MS-13), que al menos actúa en
31
Estados de EE UU y en tres países, se reunieron en Honduras con
Adnan el
Shukrijumah, un importante dirigente de Al Qaeda, para hablar de
la
introducción ilegal de inmigrantes en Estados Unidos a través de
México.
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Los
pandilleros
expulsados de EE UU establecen contacto con otros deportados
en sus
países natales, cuyas autoridades aseguran que el drástico
aumento
de la violencia se debe a ellos |
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Uno de los retos más urgentes que deben afrontar los
responsables
políticos es el de distinguir entre la banda callejera corriente y
los
grupos que trabajan como redes criminales. Hasta hace poco,
pertenecer a
una pandilla era una cosa habitual entre los chicos de las
ciudades, y no
hacían mucho daño con ello. Los pandilleros se salían a medida que
se
casaban, conseguían empleo, se alistaban en el Ejército o se
hacían
demasiado mayores para la vida de las bandas. Sin embargo, con los
cambios
de las ciudades, también han cambiado estos grupos juveniles. La
globalización de la economía y el éxodo de puestos de trabajo
industriales
desde los centros urbanos de los países desarrollados hacia los
países en
desarrollo ha aislado los barrios pobres de las ciudades de
Estados Unidos
geográfica y socialmente. No es extraño que las bandas callejeras y
la
violencia entre ellas hayan aumentado de forma espectacular con la
globalización. Hoy día, las bandas hacen de protectores, familias y
empresarios. Los pandilleros se quedan más tiempo en ellas, cada
vez
participan más chicas y se cree que hay bandas en los 50 Estados
de EE UU
y en numerosos países.
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La peor de las pandillas
El Rukns representa lo peor a lo que pueden llegar
las
bandas. Nació como Blackstone Rangers a finales de los
50 en
el sur de Chicago. Su líder, Jeff Fort, logró unir
a los
Blackstone Rangers con 21 bandas más pequeñas. En
1968, fue
condenado en EE UU por un desfalco de alrededor de un
millón
de euros procedente de las donaciones contra la
pobreza de
iglesias y organizaciones comunitarias. Fort había
usado el
dinero para comprar armas, coches y drogas. Al salir
de la
cárcel en 1976, se integró en el Templo de la Ciencia
Mora de
América y se convirtió al islam. La banda pasó a
llamarse El
Rukns ("la base del conocimiento", en árabe).
En marzo de 1986, tres de sus integrantes viajaron a
Libia
para llegar a un acuerdo con autoridades militares por
el que
la banda cometería "actos terroristas en territorio
estadounidense" a cambio de 2,5 millones de dólares
(unos 2
millones de euros). También en esta ocasión, lo que
empujaba a
la banda era el deseo de dinero y fama. En mayo se
celebró en
Panamá una segunda reunión entre El Rukns y
funcionarios
libios. A su regreso, los agentes de aduanas
registraron las
maletas de dos miembros y encontraron documentos que
contenían
un vago esbozo de varios planes terroristas, que
incluían
destruir varios edificios públicos, hacer estallar un
avión,
asesinar a un concejal y cometer "un asesinato aquí o
allá".
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Atrapado: el líder de El Rukns, Jeff Fort, y su
plan fallido. |
Dos meses después, El Rukns adquirió un arma ligera
anticarro por 1.800 dólares, pero se la compró a un
agente del
FBI infiltrado. La compra, el testimonio de varios
informadores y unas cuantas conversaciones grabadas
convencieron al juez para que autorizara una serie de
registros. Se encontró el arma anticarro y otras 32
armas de
fuego, entre ellas una ametralladora Mac-10, una
pistola
automática del 45 y varias balas perforadoras. Cinco
dirigentes de la banda, entre ellos Jeff Fort, fueron
condenados por un delito de conspiración para cometer
actos
terroristas, y continúan en la cárcel. No obstante, su
historia muestra cómo una banda callejera puede
convertirse en
algo mucho más peligroso.
-A.P.
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La globalización y las bandas callejeras viven en una paradoja:
las
pandillas son un fenómeno mundial, no porque se hayan convertido
en
organizaciones multinacionales (aunque algunas lo son), sino por
la enorme
movilidad de sus miembros y su cultura en los últimos tiempos. Si
bien la
globalización aísla barrios plagados de pandillas, también ayuda a
difundir su actividad y su cultura. En cierto sentido, las bandas
se han
globalizado. Las hay en 3.300 ciudades de EE UU -casi en cualquier
población con más de 250.000 habitantes- y un número cada vez
mayor de
pueblos y zonas rurales. Esta cifra supone un incremento
aproximado del
433% respecto a los cálculos de los 70, años en los que se
conocían bandas
en unas 200 ciudades. El Centro Nacional de Bandas Juveniles
calcula que
ya hay más de 731.500 pandilleros, repartidos en 21.500 bandas
distintas
de todo el país. Pero esta proliferación no es exclusiva de EE UU.
Las
bandas y otros "grupos juveniles" violentos han llegado a España,
Francia,
Grecia, Suráfrica, Brasil, Países Bajos, Alemania, Bélgica, Reino
Unido,
Jamaica, México, Canadá, Japón, China y Australia, entre otros
lugares.
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Exportación
de muertes: un mural de la ciudad de
Guatemala
recuerda a los pandilleros caídos. Desde que en Honduras y
El
Salvador hay férreas leyes antimara, Guatemala vive cada vez
más
tiroteos entre la policía y las distintas bandas rivales. |
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Un mito que suele emplearse para explicar esta proliferación es
que las
bandas emigran en busca de nuevos miembros, nuevos
territorios o
nuevas oportunidades delictivas. Aunque eso ocurre en algunos
casos (como
el de los Latin Kings y el de MS-13), en realidad no hay pruebas
de que la
proliferación de bandas esté relacionada con unas ambiciones
deliberadas
de los grupos. Parece más lógico pensar que cuando la gente se
traslada se
lleva su cultura consigo. Por ejemplo, Trey, miembro de la inmensa
banda
de Chicago Gangster Disciples, se fue a vivir a Arkansas, a una
ciudad
pequeña en la que su hermano, que no pertenece a ninguna banda,
había
encontrado trabajo. Aunque intentó "volverse legal", pronto
descubrió que
ser un gangster disciple de las viviendas protegidas de
Chicago
le confería una tremenda reputación en una zona pueblerina como
esa. Nueve
meses después, creó una nueva versión local de los Gangster
Disciples, con
15 miembros. Pero se trataba de una banda nueva, sin ningún lazo
formal
con el grupo original.
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Las calles de Europa
Buscar bandas al estilo estadounidense en Europa es
una
empresa de locos. Se invierte mucho esfuerzo
persiguiendo los
efectos de la cultura popular que producen una imagen
de las
bandas generalmente falsa tanto en EE UU como en
Europa. En
realidad, las diferencias son lo que realmente
importa.
Las imágenes de la pandilla estadounidense que se
refleja
en los medios populares son zafias y poco ajustadas a
la
realidad. La mayoría de las pandillas juveniles no son
grupos
bien organizados de asesinos traficantes de drogas. La
mayoría
no poseen ni coches lujosos, ni joyas deslumbrantes,
ni
montones de dinero. En realidad, en general no tienen
la
capacidad de reunirse periódicamente ni de recaudar
cuotas
entre sus miembros ni, por supuesto, gestionar
organizaciones
criminales internacionales. Hay, por supuesto, algunas
excepciones, como los Latin Kings, la MS-13, los
Crips, los
Bloods y los Gangster Disciples. Pero estos
representan sólo
una pequeña porción de las bandas y se encuentran
normalmente
en ciudades como Chicago, Los Ángeles, o Nueva York.
Las
pandillas -estadounidenses o de otro tipo- tienden a
ser
grupos organizados de forma flexible y sus actividades
delictivas son esporádicas y no planeadas.
La delincuencia en general es un fenómeno de
grupos, y
pertenecer a una banda incrementa las posibilidades de
convertirse tanto en autor como en víctima del crimen.
Es
decir, las llamemos gangs, bandes, maras, clicas,
posses,
crews, casseurs, hoods, o hooligans, la propia
naturaleza
grupal es la que aumenta los comportamientos
criminales y
delictivos.
Dicho esto, la mayoría de las bandas de Europa no
se
parecen a las de Estados Unidos. En el Viejo
Continente están
menos organizadas y menos implicadas en actividades
criminales
como el narcotráfico. Sin embargo, algunas de ellas
recuerdan
cada vez más a las pandillas al estilo estadounidense.
Como
las de EE UU, las europeas suelen estar formadas por
jóvenes
excluidos en comparación con el conjunto de la
sociedad. Por
ejemplo, en Francia las bandes están
compuestas sobre
todo por jóvenes árabes y/o norteafricanos. En Grecia,
abundan
los albaneses, turcos y otros ciudadanos de la antigua
Europa
del Este. Además, cada vez hay más informes en los que
se
afirma que estos grupos están involucrados en drogas y
violencia. Y el problema, según Europol, parece
empeorar. En
2002 había más de 4.000 "bandas criminales" con más de
40.000
miembros operando en Europa.
Pero no se debería pasar por alto la especificidad
de las
bandas o grupos violentos europeos. Todavía hay mucho
que
aprender. En Europa, los grupos juveniles violentos y
que se
dedican a la delincuencia se convierten con frecuencia
en
centros de reclutamiento para el crimen organizado. En
Irlanda, conjuntos de bandas de jóvenes se transforman
en
grupos de entrenamiento para el IRA o en su
competencia. La
mafia de Sicilia ha empleado durante décadas pandillas
de
delincuentes locales como posible cantera de
miembros. Lo que es más, el reciente incremento del
tráfico
organizado de narcóticos y de personas por toda Europa
emplea
cada vez más a grupos de jóvenes violentos. Si
queremos
entender el papel que juegan las bandas europeas y
otros
grupos criminales en esos procesos, tal vez lo que
deberíamos
hacer es intentar entender en qué se diferencian las
europeas
de las bandas de Estados Unidos. -A.P. |
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Latin Kings: de Nueva York a Barcelona
Los Latin Kings no son una pandilla de barrio
corriente ni
en Estados Unidos ni en Europa. Es una de las bandas
más
numerosas y violentas de EE UU: está presente ya en
más de 34
de sus Estados y presume de superar los 25.000
miembros en ese
país. El grupo nació en los años 60 como un medio de
protección para los jóvenes puertorriqueños y
mexicanos. Desde
entonces ha evolucionado hasta convertirse en una
organización
jerarquizada al modo de una empresa con una compleja
estructura de liderazgo, código de conducta,
reglamentos
internos e incluso una "Constitución". En Chicago y
Nueva
York, la pandilla ha estado involucrada en centenares
de
asesinatos y operaciones de narcotráfico de gran
complejidad.
Sus miembros han dejado de llamarla "banda" y ahora
empiezan a
llamarse Almighty Latin King Nation (que podría
traducirse
como Todopoderosa Nación de los Reyes Latinos) o -más
breve-
la "Nación". Sus colores (amarillo y negro), sus lemas
(Amor
de Rey) y sus símbolos (una corona de cinco puntas)
son
conocidos en todo el mundo y aparecen descritos en más
de una
docena de libros, innumerables páginas web e
incluso
un documental de la HBO.
En octubre de 2003, los Latin Kings atrajeron la
atención
de las fuerzas de seguridad y los medios de
comunicación
españoles por una serie de asesinatos en los que
estaban
involucrados miembros de esa banda y sus rivales, los
Ñetas.
Presentes ahora en Madrid y Barcelona, los reyes
latinos españoles tienen similitudes
espeluznantes con la
banda original estadounidense: sus símbolos, cultura,
gestos y
saludos, y su jerga son casi idénticos. Aunque en
España, más
que mexicanos o puertorriqueños, esta banda la forman
jóvenes
de Ecuador, Colombia y República Dominicana.
Sin embargo ahí acaba el parecido. Según fuentes de
las
fuerzas de seguridad españolas, la banda está
organizada de
forma flexible, está implicada, sobre todo, en peleas
con
otras pandillas y no participa en operaciones de
tráfico de
droga a gran escala. En otras palabras, los Latin
Kings de
España carecen de los sellos distintivos de sus
homólogos
estadounidenses: violencia organizada y narcotráfico.
El
surgimiento de la banda en España no parece resultado
de una
migración calculada del monstruo original. El
miedo,
real o no, es que esos nuevos reyes puedan evolucionar
en el
mismo sentido que sus primos. -A.P.
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Nación
global: miembros de
los Latin Kings muestran en Nueva York sus señas
de
identidad en todo el mundo. |
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La versión de la policía en España
Los Mossos d’Esquadra siguen la actividad de las
bandas
callejeras en Cataluña, sobre todo, desde la muerte de
Ronny
Tapias, un joven colombiano asesinado en Barcelona en
octubre
de 2003. Aunque estos grupos constituyen un fenómeno
embrionario, sí hay datos suficientes para deshacer
mitos y
prejuicios. FP EDICIÓN ESPAÑOLA ha
hablado
con un subinspector de los Mossos especializado en
pandillas
juveniles, que prefiere permanecer en el anonimato.
Pregunta: ¿Qué
bandas están presentes en
Cataluña? Respuesta: Además de
Latin Kings
y Ñetas, que son las más fuertes, hemos detectado
algún
miembro de la Mara Salvatrucha, y al principio se
habló de
masters y rancutas, pero parece que
fueron
absorbidos por las dos principales.
P: ¿Cuántos
pandilleros
hay? R: Unos cuatrocientos en
Cataluña,
pero con distintos grados de adhesión. Unos eran ya
miembros
en sus países (generalmente los líderes), otros acaban
de ser
captados y aún no son conscientes de lo que implica
ser de una
banda.
P: ¿Qué hacen los
aspirantes
para entrar en una pandilla? R: Aunque
a
veces los aceptan a la primera, lo habitual es que les
exijan
una prueba de que merecen entrar en lo que ellos
consideran un
grupo privilegiado: soportar una paliza, robar un
móvil…
P: ¿Quiénes las
componen? R: No sólo
latinoamericanos sino
también españoles, e incluso algunos magrebíes y
filipinos.
P: Los expertos de
Centroamérica
afirman que los pandilleros roban o asaltan por un
hambre de
imagen, para ser tomados en cuenta por una sociedad
que los ha
excluido. ¿Tiene sentido esto en España? R:
La realidad allí es muy diferente; muchos
jóvenes son
expulsados y quedan sin expectativas de futuro.
P: ¿Qué buscan en la
banda? R: Aunque no se puede
generalizar,
intentan satisfacer la necesidad de formar parte de
algo y
sentirse queridos, llenar las necesidades afectivas a
las que
no dan respuestas sus hogares, generalmente
desestructurados,
con malos tratos o un progenitor alcohólico, padres
que
trabajan todo el día… Y no sólo proceden de estratos
sociales
bajos. Influyen factores como la sensación de no ser
aceptado,
algo que va siempre con la emigración. A veces sienten
que no
son ni del lugar de origen ni del país donde se han
asentado.
Pero otros, simplemente se sienten alucinados
por la
estética.
P: ¿Se comunican con
miembros de
fuera de Cataluña y con las bandas
originales? R: Sí, tienen
contactos
informales a través de los cuales se cohesionan, ya
sea con
familiares de América o con otros miembros en España.
Utilizan
mucho los foros de Internet, en los que se linchan
unas bandas a otras. Pero no están unidos de forma
orgánica.
No son una multinacional con franquicias. Se crean
porque
alguien ha formado parte de una antes o porque se
sienten
atraídos por el fenómeno, como un club de fans.
P: ¿Hay muchas
deserciones? R: En principio, como
dicen
los Latin Kings, "una vez rey, rey para siempre", pero
en la
práctica es diferente. Unos salen por patas
cuando
son conscientes de lo que implica la pertenencia a una
banda.
Otros se desvinculan al casarse o encontrar trabajo, y
los
miembros les amenazan. Algunos incluso se van a otras
pandillas, lo que se considera una gran traición.
P: ¿Son
delincuentes? R: Se les atribuye
que son
grupos criminales, pero no son bandas organizadas para
delinquir; eso es un prejuicio.
P: ¿Hay indicios de
que sean
utilizados por el crimen organizado? R:
Por ahora no, pero eso no descarta que en el futuro
puedan ser
absorbidos por ellos, a medida que crezca el fenómeno.
Entrevista: Natalia Herráiz.
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INSEGURIDAD EN CENTROAMÉRICA La
misma
tendencia se observa en el resto del mundo, sobre todo en
Latinoamérica
[donde a las más violentas las llaman maras, en
referencia a la
marabunta, gran grupo de hormigas migratorias que devoran todo a
su paso]
y Asia. Una encuesta reciente realizada a más de 1.000 pandilleros
por el
Centro Nacional de Investigación sobre Delincuencia de Bandas
Callejeras
de EE UU reveló que alrededor del 50% de los jóvenes creían que su
banda
tenía contactos internacionales. El análisis realizado por este
autor
sugiere que la cifra es bastante más elevada en el caso de las
bandas de
hispanos (66%) y asiáticos (58%), que tienen más probabilidades de
ser
inmigrantes. El traslado de miembros de bandas a otros países no
sólo
difunde la cultura pandillera, sino que también ayuda a establecer
vínculos entre miembros de distintos países. Cuando Lito, miembro
de la
misma banda que Héctor, los Latin Kings, tuvo problemas con la ley
en
Chicago, su familia le envió a vivir con una tía suya en México.
Allí se
convirtió enseguida en intermediario para miembros de la banda en
Chicago
que no querían ser descubiertos y para inmigrantes mexicanos que
buscaban
trabajo en EE UU. De hecho, los Latin Kings transformaron esos
contactos
en un lucrativo negocio, con la fabricación de documentos de
identidad
falsos. Una investigación realizada en 1999 sobre varios miembros
de la
banda permitió descubrir 31.000 documentos de identidad y de viaje
falsos.
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Rehabilitado: Hugo Omar Barahona fue
herido de bala en San Salvador, y eso le bastó para borrarse
los
tatuajes que se hizo en Los Ángeles. |
Como es natural, los miembros de las bandas no siempre viajan
al
extranjero por voluntad propia. Desde mediados de los 90, la
política de
inmigración estadounidense ha fomentado enormemente la aparición
de
maras en toda Latinoamérica y en Asia, al expulsar cada
año a
decenas de miles de inmigrantes con antecedentes penales -incluido
un
número cada vez mayor de miembros de bandas-, que vuelven a sus
países de
origen. En 1996, se expulsó a unos 38.000 que habían cometido
algún
delito; en 2003, la cifra había subido a casi 80.000. Con
frecuencia, esos
jóvenes han pasado casi toda su vida en EE UU. Pero, cuando tienen
problemas con la ley, se convierten en candidatos a la
deportación.
Los países que reciben la afluencia de repatriados no suelen
estar bien
preparados para lidiar con todos los inmigrantes pandilleros que
regresan.
Aunque los cálculos varían, los expertos creen que existen en la
actualidad casi 100.000 mareros repartidos por
Centroamérica y
México. En 2003, EE UU deportó a más de 2.100 inmigrantes con
antecedentes
penales a República Dominicana. Ese mismo año, llegaron a El
Salvador casi
2.000 expulsados. El Gobierno estadounidense no sabe cuántos de
esos
deportados por motivos penales pertenecen a bandas, pero muchos
países
latinoamericanos están convencidos de la conexión y dicen que las
maras son ya una de las principales amenazas contra la
seguridad
nacional. En 2003, Honduras, El Salvador, Guatemala, Panamá y
México
acordaron colaborar para encontrar nuevas formas de afrontar los
retos que
plantean las bandas.
Pocos pandilleros tienen ganas de quedarse en su país natal. Se
sienten
poco o nada vinculados a sus nuevos hogares, y suelen enfrentarse a
una
decisión muy simple: encontrar una forma de volver a EE UU o
buscar la
protección de miembros de maras locales. En el caso de
MS-13, la
Administración estadounidense ha expulsado a cientos de miembros,
pero
muchos de ellos siguen viajando ilegalmente de un país a otro, en
numerosas ocasiones trasladando mercancías o personas. Los que se
quedan
en su país natal suelen establecer contacto con otros miembros
repatriados, y las autoridades de esos países aseguran que el
drástico
aumento del crimen y la violencia se debe a ellos. Y en cierto
sentido, la
política de inmigración estadounidense se ha convertido en una
emigración
de bandas involuntariamente sufragada por el Estado. Es muy
posible que,
en vez de resolver el problema, lo haya extendido aún más.
LA ESQUINA VIRTUAL Si en Internet
se buscan
lemas o menciones de bandas callejeras se obtiene una serie de
páginas
web con proclamas, normas, imágenes, símbolos e incluso
territorios. La Red es una nueva plataforma para la guerra entre
pandillas, y el ciberespacio es una salida para actividades que,
en la
calle, podrían desembocar en violencia, como las muestras de falta
de
respeto por bandas rivales, afirmaciones de superioridad o
revelación de
secretos. Las reputaciones se construyen mediante el combate
verbal con
rivales vagos y, a menudo, anónimos. Cada pandilla exhibe su
pericia en
Internet publicando páginas web de lo más complejas,
algunas
incluso con contraseña de acceso. Hay sitios enteramente dedicados
a
exaltar la historia y los símbolos culturales de las bandas, que
incluyen
documentos internos, oraciones y fotografías. Pero, a diferencia
de las
disputas en el mundo real, las riñas virtuales no suelen
desembocar en
violencia física.
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Aunque es
imposible
impedir que las bandas y sus miembros creen páginas ‘web’,
diferenciar entre las cosas sin importancia y la actividad
virtual
que puede ser peligrosa va a ser crucial en los años
venideros
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Aun así, pocos pandilleros mencionan Internet. Muchos no tienen
los
ordenadores, los programas o los conocimientos técnicos (por no
hablar de
las líneas telefónicas) necesarios para entrar en la Red. La mayor
parte
de la actividad cibernética de las bandas parece estar en manos de
miembros que se han ido del barrio, quizá para ir a la
universidad, o de
jóvenes aspirantes que viven en las zonas residenciales de las
afueras o
en ciudades más pequeñas. En la Red es fácil apoderarse de la
identidad de
una de las míticas bandas. En la página web -ya difunta-
de una de ellas, llamada The Black Gangster Disciples, como una
famosa
pandilla de Chicago, había varias páginas de oraciones, juramentos
y otros
materiales secretos de la organización. El libro de firmas era una
esquina
virtual en la que los navegantes saludaban o insultaban al grupo.
Irónicamente, había también una foto de la banda, un grupo de
hombres
blancos, adolescentes,con símbolos de la banda original
(equivocados, por
cierto) tomada en el sótano de la casa de alguno de ellos.
Esta proliferación digital tiene unas posibilidades
internacionales
ilimitadas. La policía holandesa ha identificado a grupos que usan
nombres
de bandas de California, como los Eight Tray Crips. Pero estos no
comprenden el carácter local de los grupos a los que imitan; el
"black" (negro) de los Black Gangster Disciples se añadió
durante
los años 60 como identificación con el movimiento por los derechos
civiles
en la zona sur de Chicago; Eight Tray es una referencia a unas
determinadas calles de California. Ninguna de las bandas
imitadoras puede
vivir, ni geográficamente ni históricamente, el
significado local
de los nombres originales. Además, su gran presencia virtual puede
dar la
falsa impresión de que están reclutando nuevos miembros en todo el
mundo.
El anonimato del ciberespacio puede reforzar los egos o
reputaciones de
los impostores, proporcionando razones psicológicas para buscar
nuevas
vías de expresión para las bandas o para crearlas donde no
existan. Desde
luego, es posible que algunas de las más poderosas estén
aprovechando el
ciberespacio con fines ilícitos, como organizar citas de
compraventa de
drogas o transferir dinero ilegal. Aunque es imposible impedir que
las
bandas y sus miembros creen páginas web, saber
diferenciar entre
las cosas sin importancia y la actividad virtual que puede llegar a
ser
peligrosa va a ser crucial en los años venideros. No hay duda de
que las
bandas van a aprovechar las ventajas tecnológicas. Lo difícil es
saber qué
cuenta y qué no.
GLOBALIZACIÓN:¿SÓLO UNA PALABRA? Las
bandas
callejeras proliferan. Lo que vaya a ocurrir ahora depende, en
parte, de
las repercusiones que siga teniendo la globalización en nuestras
ciudades
y nuestra actitud a la hora de hacer frente a sus consecuencias.
Mientras
la economía mundial provoque la multiplicación de grupos que
sienten que
han perdido sus derechos, es inevitable que algunos vean cubiertas
sus
necesidades en una pandilla callejera.
Las organizaciones delictivas como los Gangster Disciples, los
Crips,
los Bloods, MS-13 y los Latin Kings son entes peligrosos. Pero son
una
anomalía en el mundo de las bandas; representan su peor aspecto,
no a la
mayoría. Tratar a todos los pandilleros como si fueran padrinos
mafiosos o
cerebros terroristas es dar demasiada importancia a unas personas
que, en
su mayoría, no son más que delincuentes de poca monta. En el
fondo, las
bandas, más que una mera cuestión de justicia penal, son un
problema
social. Uno de los mayores desafíos actuales es el de reinsertar a
un
delincuente en una comunidad. Las etiquetas de "ex delincuente" y
"marero"
persiguen a la gente durante toda su vida, y hacen casi imposible
que una
persona pueda volver a empezar desde cero. Docenas de pandilleros
pasan
por la justicia penal para luego volver a unas comunidades que no
ofrecen
ninguna oportunidad de empleo. En algunas cárceles, a los
pandilleros se
les prepara para trabajos que no pueden conseguir cuando salen. No
hay
fuerza policial suficiente para eliminar a todas las bandas del
mundo. Las
estrategias no pueden quedarse simplemente en detener y enviar a
la
cárcel, deben tener en cuenta las estructuras económicas de las
ciudades y
los barrios en los que surgen las bandas callejeras. Si no, lo
único que
estará esperándoles allí serán los brazos amistosos y acogedores
de la
banda.
Para Héctor, la globalización no es más que una palabra.
Incluso es
posible que nunca la haya oído. Y es evidente que nunca ve las
ventajas de
la globalización ni relaciona sus fuerzas con la vida cotidiana.
En este
frío día de invierno, a la pregunta sobre de dónde cree que
proceden las
drogas que vende, Héctor se ríe: "Tío, ¿qué más da? Lo único que
me
interesa es que la mierda esté aquí", dice, mientras da
patadas
para entrar en calor. Una manzana más allá, oigo a otro chico que
grita:
"rocas y polvo". Los Latin Kings han abierto la tienda.
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Sobre la relación causa-efecto entre la
globalización y las
bandas, la expansión de la cultura pandillera a través
de los
medios de comunicación y el ciberespacio, y su impacto
en
varios países, véase Gangs in the Global
City (University of Illinois Press,
Champaign,
de próxima publicación), editado por John Hagedorn.
Hay
estudios generales de gran utilidad sobre la actividad
de las
bandas, como el de Irving A. Spergel, The
Youth
Gang Problem: A Community Approach
(Oxford
University Press, Nueva York, 1995), y The
American Street Gang: Its Nature, Prevalence, and
Control
(Oxford University Press, Nueva York,
1995), de
Malcolm W. Klein.
Algunas de las mejores referencias sobre las bandas
están
en Internet. La página web del Centro
Nacional de
Investigación sobre Delincuencia de Bandas Callejeras
ofrece
información muy variada, e incluye perfiles de todas
las
bandas estadounidenses mencionadas en este artículo. GangResearch.net,
de Hagedorn, contiene
numerosos artículos que examinan la relación entre las
pandillas y la globalización. El Centro Nacional de
Bandas
Juveniles tiene una página web que realiza sondeos
sobre la
actividad de estos grupos juveniles en EE UU. El Mando
Sur de
EE UU vigila la proliferación de bandas en
Latinoamérica.
Entre sus estudios más recientes están
Latin
American Gangs: Their Center of Gravity
(Open
Source Report 005, 13 de diciembre, 2004). En ‘Getting
High
and Getting By’ (The Journal of Research in Crime
and
Delinquency, febrero de 2004), Avelardo Valdez y
Stephen
J. Sifaneck analizan la compleja relación entre las
bandas y
las drogas.
Maras y pandillas en Centroamérica.
Pandillas y
capital social. Vol II (UCA Editores,
San
Salvador, 2004) analiza los orígenes sociales y
económicos del
fenómeno de las maras en ese área. La
investigación Barrio adentro (El
Salvador, UIDOP, UCA, OPS, 2001), de María L.
Santacruz y
Alberto Concha, explica cómo se forman las bandas en
El
Salvador, el perfil de sus integrantes y el círculo
vicioso
que está en su origen: alcohol, drogas, armas,
violencia…
El Semanal de ABC, entre otros medios
españoles, ha
tratado la presencia de los Ñetas y los Latin Kings en
nuestro
país (20 de febrero de 2005).
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| Andrew Papachristos, que
está
realizando el doctorado en Sociología en la Universidad de
Chicago, lleva
más de doce años investigando sobre las bandas callejeras.
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