Mérida provinciana y Mérida universitaria. Mérida agrícola, ganadera, turística. De la trucha sólo es posible hablar en Mérida. Mérida surcada por cuatro ríos frente a la Sierra Nevada. También las cumbres más altas de Venezuela están en Los Andes meridanos. Destaca el pico Bolívar con más de 5.000 metros de altitud. En Mérida se halla el teleférico más grande del mundo. Mérida taurina. De Mérida son las mejores arepas de trigo rellenas de pulpo, queso, carne, ensaladilla rusa, verduras... ¡¡Para comer, Mérida!!... Para ver mujeres bonitas también. El jugo de fresa es único en Mérida; el café no es malo. Mérida para dormir enamorado frente a la Sierra Nevada, sus cumbres teñidas de blanco, su vegetación exuberante. Mérida región y Mérida ciudad. Ríos, lagunas, cascadas, montañas, valles, páramos. Mérida convertida en un sueño. Mérida tiene un zoológico. Ni la pareja de cóndores es originaria de Los Andes. Mérida para caminar sin prisa. Mérida para asomarse a la balconada del aeropuerto; la mitad de la pista está inclinada para detener más pronto la marcha de los aviones. Las caraotas (legumbre) de Mérida son excelentes como laxante. Téngalo en cuenta a la hora de desayunar en el mercado principal. Leche fría, huevos fritos, ensalada... y caraotas. Gente timorata en Mérida, pero también hospitalaria, afable. En Mérida nació Teresa, una bella hembra del signo Aries. Estuvo desaprovechada durante muchos años. Un forastero la hizo vivir el romance más escandaloso posible. El primer beso en la plaza de Bolívar, a las nueve de la noche. En Mérida no es conveniente agarrar por la cintura a una dama en el filo de los cuarenta años de edad ni acariciarla públicamente, menos en las nalgas. El hermanito de Teresa, un personaje en la Universidad de Los Andes, tuvo noticia del forastero y de la pasión de Teresa. Montó en cólera. Incluso Teresa había dejado los hábitos de mujer honrada y ahora vestía como una golfa del arrabal. Pantalones ceñidos y escote a la vista. Ni tangas ni bragas cuando fueron de paseo a Timotes, un pueblo agrícola donde las mujeres no despiertan pasión. Alguien también la vio por allá. Teresa nacida sólo para servir a la madre, una anciana parlanchina, cariñosa, inolvidable, mientras el hermanito apenas visitaba a la madre. El hermanito de Teresa planeaba jubilarse pronto y trasladarse a vivir a Bogotá o España. ¿Y Teresa? En Mérida sólo es razonable ser la esposa de un señor aburrido en el tálamo parrandero y votante de la "coordinadora democrática". Teresa eligió la infelicidad.

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RAFAEL SÁNCHEZ ARMAS

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